Por eso no deja de entusiasmar, aunque todavía con moderado optimismo, la proyección de las autoridades monetarias en estimar un crecimiento en torno al 4 % al final del año. Todavía quizás es muy prematuro, pueden acontecer varios hechos y aparecer obstáculos en el camino, pero el escenario está, hasta ahora, encaminado a revertir lo que dejó el 2020 a su paso o, por lo menos, iniciar la rehabilitación, quizás producto de la “capacidad de resiliencia” de la economía paraguaya.
Pero para lograr números favorables, necesariamente se deberán reactivar otros frentes. Es ahí en donde se aguarda una recuperación en la industria, el comercio y los servicios. Este es un país en donde las micros, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) revisten de una gran importancia por su efecto aglutinador de ocupación laboral y multiplicador del acceso de ingresos en la población. Es vital que las autoridades ofrezcan los canales mínimos básicos para que el segmento también avance.
No solo se deben pensar en políticas contracíclicas o gozar de relativa tranquilidad con un buen colchón para los “choques” de cada coyuntura económica. Es bueno estar preparados y adecuar el sistema para evitar cortar o parar la rueda. Por ello, sería bueno que se ofrezcan esas capacidades que permitan mayor diversificación y sustentabilidad en las actividades. Así, se podría comulgar con la intención de las autoridades monetarias de “repensar” el modelo de país.
No solo garantizando la solidez macroeconómica, no solo con números favorables, sino de realidades palpables. Si se tienen que dar reformas estructurales que sean para bien y no paliativos coyunturales. Es necesario dar las herramientas para no dejar sola a la producción primaria como la sempiterna responsable de cargar con el yugo de malos años. Es vital que otros sectores también se reactiven, para que toda la cadena funcione y que cada sector aporte lo suyo, sin recargarse en otro.