Desde finales del siglo pasado se viene desarrollando con éxito modelos de cooperación vecinal en San Pedro. Entre los más exitosos figuran los impulsados por la Asociación Colonia Volendam y la Cooperativa Volendam Ltda. Aprovechando una visita a la zona de Chore, se pudo visitar el Centro Comunitario en la comunidad de Cocuerá, que en más de una década dio pasos firmes para la autogestión y el mejoramiento de la calidad de vida de sus integrantes.
Para recordar los inicios de esta iniciativa, se debe remontar hacia finales del siglo pasado, cuando tras unas experiencias positivas se instaló un programa al que se lo nombró Cooperación Vecinal con Pequeños Agricultores (Covepa). El objetivo no guardaba ningún secreto, se deseaba contribuir desde estructuras organizadas más firmes hacia el desarrollo y bienestar de los alrededores. Así, en alianza la Cooperativa Volendam Ltda. y la Asociación Colonia Volendam tomaron el desafío de acompañar a sus comunidades aleñadas, pero no en calidad de asistencialismo, sino ofreciendo el apoyo que contribuya a la autogestión, para alcanzar un desarrollo que permita mejorar las condiciones de vida de los pobladores.
El actual responsable del programa Covepa de Volendam es Ralf Harms. Recordó que la primera experiencia fue en la comunidad Cuatro Vientos, del distrito General Aquino, para luego sumarse Escalera y San Antonio, del distrito Villa del Rosario, en donde igualmente está asentada la colonia Volendam. La última en sumarse fue Cocuerã, que ya se encuentra dentro de la influencia de Chore, a unos 60 km de la colonia. “En esta ocasión queremos enfocarnos más en esta experiencia. Es una comunidad más alejada de Volendam, pero igualmente nos decidimos a trabajar y a ayudar a los habitantes. Ellos, al igual que en los anteriores casos, carecían de todo tipo de asistencia técnica y de apoyo en uno de los puntos más difícil y sensible; la comercialización”, subrayó.
Explicó que antes de la participación del programa Covepa en la comunidad, los productores estaban a merced de inescrupulosos. “Estaban a merced de gente que se aprovechaba, pues ofrecían insumos de mala calidad o sobrevaluados. Por eso empezamos a ayudar al pequeño productor a organizarse. Uno de los puntales fue la asistencia técnica, por ello existe un especialista permanente para atender cualquier inquietud. Es permanente porque no nos sirve que sea a distancia, que venga una vez a la semana o solo cuando puede”, aclaró. Según se supo, más de 200 familias son beneficiadas en todas las comunidades y en todos los casos se busca mejorar el nivel de vida de los beneficiarios, apoyar la autogestión de los vecinos involucrados, diversificar la producción, con respeto al ambiente y organizar a los productores en comités, pre-cooperativas y cooperativas.
Inicios y evolución. Todo el programa al comienzo tenía el apoyo de la Fundación Avina, pero al terminar el proyecto, el desafío lo tomó la cooperativa en alianza con la asociación. Mientras se realizaban los ajustes, los primeros socios mantenían reuniones con referentes de la cooperativa en la zona de Chore, como fue el caso de Manfred Martens, en el 2004, recordó Daniel Paetkau, responsable del programa en Cocuerã. “Se consiguieron insumos para arrancar con algunas actividades en la finca”, explicó. Para el 2006 la colonia empezó a asumir el compromiso de manera más directa. El trabajo previo había logrado instalar los primeros comités de productores. Faltaba dar el siguiente paso que era contar con un centro comunitario. “No existía todavía, pero para inicios del 2007 se compró el terreno. Para finales de ese año se levantó el tinglado y se armó con el aporte de los socios de la cooperativa y de los del comité, quienes contribuyeron con el 36,6% de lo erigido, sea con mano de obra, con acarreo de materiales, con todo lo que podían a su alcance”, rememoró.
Se adquirió un terreno de 2 hectáreas por unos 6 millones de guaraníes en esa época, establecimiento que está titulado. La primera inversión totalizó unos 84,5 millones de guaraníes. “La idea fue contar con un predio que pueda constituir una finca modelo en donde los socios vengan, vean y aprendan manejos y tecnologías para luego llevar a sus campos y mejorar sus niveles productivos. Pero también pasó a ser un centro comunitario, en donde los integrantes comparten otros aspectos, puede ser para un momento de celebración o reunión social, como también para los negocios. Y esto es importante, porque vienen a entregar sus productos, tienen donde depositar y poder vender por volumen. Y aunque priorizamos la calidad antes que la cantidad, también es más fácil negociar cuando hay volumen que en forma individual”, ratificó.
El hecho de prácticamente “empezar de cero” fue igualmente una ventaja. A la idea de contar con un modelo de finca demostrativa, también hizo que podamos trazar bien los objetivos y ejecutar las actividades. Al no haber nada, planificamos cómo queríamos y lo llevamos a la práctica a nuestro gusto. Actualmente contamos con tres comités de agricultores, que totalizan unos 31 productores, a los que se sumó un comité de 10 mujeres. Los cultivos de renta son poroto, sésamo y maíz, pero también hay rubros para autoconsumo y se insiste con la diversificación. También deben contar con un plan de producción y realizar una revisión, una evaluación periódica, para ver si se cumplen con lo trazado inicialmente.
El pilar técnico. Uno de los ejes que merece especial cuidado por el programa tiene que ver con la asistencia técnica. Para ello se contrató a un técnico agropecuario, se trata de Nelson Colmán, quien visita y asesora a los integrantes de los comités apoyados. “Recorro de lunes a sábado y hago asistencia técnica. Especialmente, de agosto a diciembre, el enfoque es más en agricultura. En el verano, como ahora en enero, el trabajo se refuerza en comercialización, por eso recibo en el local los productos y acompañamos la comercialización. En invierno destinamos el tiempo más en la parte de reforestación”, manifestó el técnico con dos años y medio de labor en el centro comunitario, en compañía de su señora Mirian Florenciano, quién apoya con las tareas domésticas y en la granja que actualmente tiene el predio.
Colmán añadió que trabajar con los agricultores mayores es un gran desafío porque ya tienen una forma de vida y aceptación de las tecnologías, en tanto, con los más nuevos la transferencia tecnológica es más ágil. No obstante siempre hay algunas cuestiones que necesitan más refuerzo. “Lo que más cuesta es horticultura. Viene más tecnología, hay nuevos insumos. Es lo que cuesta”, reconoció. Dado que en otoño hay menos actividad agrícola, se empezó a intensificar la cuestión forestal. Esto partió tras un año de escasez de madera y como una forma de motivar a los socios y con ayuda de la Federación Paraguaya de Madereros (Fepama), que donó unos 15 mil plantines de especies nativas y exóticas, como Paraíso, Eucaliptos, Yvyra pyta, Kurupa’y y otros, se repartieron las unidades para la actividad. Los productores en contrapartida prepararon el terreno.
Actualmente se trabaja con eucaliptos clonados y se identificaron buenos materiales. El cronograma de trabajo apunta a desarrollar pequeñas parcelas por productores y no realizar grandes trabajos, para que el mantenimiento sea bueno, por eso la relación ronda entre 400 y 500 plantas por productor. También el apoyo técnico está presente, sobre todo en el control de malezas y de insectos como hormigas cortadoras. Dentro de la diversificación, y pese a contar con poco espacio, se inició una regeneración de monto de un pastizal, a lo que se sumó la pequeña huerta, un chiquero, áreas de cultivos de autoconsumo como mandioca y frutales, como bananas y cítricos y últimamente se empezó a desarrollar la piscicultura, con dos estanques, y un sector de pastura con Leucaena, pensando en incorporar ganado mayor en un futuro.
Como la superficie es limitada, se está dejando de lado las labores agrícolas en el centro comunitario y se intensifican las forestales y pecuarias. Sin embargo, con planificación y organización de productores, se puede aspirar a crecer “verticalmente”en las fincas. De la piscicultura, se cuenta con estanques con carpas en donde se cargaron alevines, sobre todo de bagre americano. Se optó por esta especie por su resistencia y se evita oxigenar permanentemente la represa. Se explicó que por una cuestión de consumo bajo de los pescados, se están retirando presas no muy grandes, de 1 a 1,2 kg, limpio, porque falta acostumbrarse a incorporar el alimento a las dietas de los lugareños. También sirve de motivo de reunión, capacitaciones, cuando por ejemplo hay alguna asamblea o reunión o encuentro para comercializar algo, se aprovecha para compartir como comida, al margen de la posibilidad de generar ingresos adicionales.
Con respecto a la asistencia y coordinación, son funciones que la asociación cubre los sueldos, sea del técnico o de actividades como capacitaciones, añadió. A ello adicionó que para el caso de productos agrícolas como maíz, sésamo o poroto, todo lo que se comercializa en conjunto, requiere de un aporte del 3% que corre por cuenta de los productores para su fondo común que pueda pagar servicios como energía eléctrica o incluir mejoras en infraestructuras o lo que se necesite.
Logros y desafíos. Pese a los puntos alcanzados, todavía hay muchas cosas por hacer. Entre los logros se destacó que el socio captó la idea de trabajar como cooperativa, sin embargo no hay apuro para elevar el comité a otro nivel, pues, por ejemplo, buscar conformar una cooperativa requiere tener en cuenta muchos aspectos para lo cual se debe trabajar, se reconoció. Tampoco hay una intervención de la asociación o de la cooperativa en la elección de los miembros. Cada comité elige a sus integrantes y a su comisión directiva. Se sugiere no pasar de entre 10 y 15 personas por comité para un buen manejo organizativo. Otro avance logrado fue incluir en la mente de los miembros que el centro comunitario es de ellos y eso se ve cuando se encargan de la limpieza o de cuidar las instalaciones porque quieren sentirse a gusto, como en casa, añadió Paetkau.
Otro punto alto tiene que ver con los avances en materia de comercialización, pues se eliminó la figura de intermediarios aprovechadores. La inversión permanente también se logró integrar en la mente de los socios, pues con los aportes y ayuda de la cooperación, les permite acceder a más equipos. Por ejemplo, se cuenta con una máquina desgranadora para poroto y maíz que a su vez, también se ofrece como servicio para generar recursos y mantener el implemento. Sin embargo, entre los desafíos uno de los principales es buscar la renovación generacional. Harms explicó que los agricultores mayores no siempre buscan insertar tempranamente a los más jóvenes. Entonces cuando aquellos ya piensan en retirarse, estos ya son adultos y con otras proyecciones en la vida.
A esto se suma la limitación de terreno, porque cada vez es más difícil conseguir tierras. Esto obliga a los productores a buscar cada vez más tecnología para crecer verticalmente y ganar en eficiencia. “Tenemos el desafío de ver cómo trabajar, con qué tecnología ofrecer al agricultor. Se incorporan otras actividades como la diversificación y la producción combinada, como la silvopastoril o la agrosilvopastoril, para que el joven se quede y se pueda lograr el recambio generacional”, dijo. Pero aun esto se está dando y existen algunos ejemplos. Entre ellos el de Juan Santos González, cuya finca visitamos al finalizar la jornada. El productor actualmente cuenta con áreas reforestadas y que ya le generan algunos beneficios económicos.
En su misma finca instaló un pequeño taller de carpintería. Ahí la familia ya se involucra, pues los jóvenes encuentran una actividad que les interesa y que les sirva para el futuro. Algunos muebles terminados y otros en proceso de elaboración se pudieron observar durante la visita. Otra satisfacción para los impulsores de la iniciativa tiene que ver con la mejora en la calidad de vida de la comunidad. “Solíamos realizar el acopio de datos, como un censo, de los beneficiarios de este programa, y están los números, pero a veces eso no llega tanto como cuando uno se da cuenta de cómo cambió el estilo de vida de los vecinos. Por ejemplo, hay casas que pasaron de una construcción modesta con materiales frágiles a otros más resistentes. Vemos a diario cómo están cambiando las casas y eso es un indicador que se está transformando la comunidad para bien”, concluyó Harms.